Los seres humanos y los mamíferos hemos ido evolucionando para mejorar nuestra capacidad de supervivencia y para regularnos emocionalmente en la relación con nuestros congéneres.

En esta evolución el nervio vago juega un papel fundamental. Tiene una doble función.

Por un lado es el nervio principal del sistema parasimpático, que se activa a través de la rama dorsal del nervio vago.

Por otro lado tenemos la rama ventral del nervio vago, que es especifica de los mamíferos, es una rama mielinizada y su función es ayudar a regularnos en la relación social.

Esta rama inerva los músculos de la cara, la laringe, faringe, el oído medio y también los pulmones y el corazón.

Cuando estamos delante de alguien que nos da sensación de seguridad o protección, se activa y produce un efecto en la expresión de la cara, en la respiración y en la frecuencia cardíaca.

Es la rama nerviosa que regula emocionalmente la relación social, la conexión o la empatía con nuestros congéneres.

Stephen W. Porges ha descubierto cómo a medida que hemos ido evolucionando hemos desarrollado una tercera vía del sistema nervioso que calma los síntomas del sistema simpático y del estrés.
Los mamíferos podemos salir de la respuesta de estrés o trauma a través de la interacción social. Es decir creamos relaciones para sentirnos seguros.

Siguiendo la evolución filogenética del sistema nervioso, la primera respuesta ante una situación de alerta seria la rama ventral del nervio vago que nos regula emocionalmente a través de la relación social. Buscamos sentirnos seguros a través del otro.

Si esto no funciona nos protegemos a través de la respuesta del sistema simpático de lucha o huida.

Si no es suficiente o nos falla tenemos la respuesta más antigua y primitiva, la respuesta de inmovilización y congelación del sistema parasimpático, regulado por la rama dorsal del nervio vago.